El Emirates Stadium esperaba una noche de gala, de esas que justifican el precio de la Champions y la gloria europea. Pero lo que ocurrió entre Arsenal y PSG fue más una sesión de trámite que un verdadero espectáculo futbolístico.
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El conjunto parisino se llevó una victoria mínima (0-1) con un tanto de Ousmane Dembélé al minuto 3. Y desde entonces el partido se deslizó hacia una intrascendencia casi frustrante.
Ousmane Dembélé with the first-time finish 😮💨@Heineken | #UCLGOTD pic.twitter.com/lnNCbRwB12
— UEFA Champions League (@ChampionsLeague) April 29, 2025
Apenas comenzaba el encuentro cuando Dembélé, tras una buena combinación con Kvaratskhelia, aprovechó un mal despeje y definió con un potente disparo cruzado. Era el 0-1, y parecía que se abrirían las compuertas de un duelo ofensivo de ida y vuelta. Pero no. Fue más bien una cortina de humo.
Tras el gol, el PSG se replegó con orden, pero sin ambición, y el Arsenal se adueñó de la posesión sin ideas. Intentos aislados de Saka y Odegaard se encontraron con la figura de Donnarumma, y un potente disparo de Doue hacia del arco de los gunners el cual Raya con grandes reflejos despejo, impidiendo así el 0-2 de los parisinos.
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El mediocampo fue una zona muerta. Ni Declan Rice, ni Vitinha lograron imponer ritmo. El Arsenal tocaba y tocaba, como si siguiera una coreografía que nadie sentía. El PSG, con la ventaja a cuestas, no hizo más que esperar.
Luis Enrique optó por la prudencia: sustituciones defensivas, posesión medida y poca emoción. Mikel Arteta, por su parte, miraba el reloj como quien espera una chispa que nunca llega.
Los hinchas gunners, vestidos de rojo y blanco, aguantaron estoicamente los 90 minutos, pero se retiraron en silencio. El PSG, aún con la ventaja, tampoco celebró como si ya estuviera en Múnich. Lo de esta noche no fue un paso firme hacia la final, fue apenas un susurro.
Queda el partido de vuelta en París. Queda la posibilidad de que ambos equipos muestren algo más que control táctico y respeto excesivo. Pero si algo dejó claro esta ida de semifinales es que el fútbol de élite también puede decepcionar. Y que no siempre basta con ganar.
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